lunes, 4 de abril de 2011
Historia de una imagen
Entrada ya la noche en Valparaíso, las calles se vuelven testigos sigilosos de historias urbanas irrepetibles y casi secretas. En cada paso que daba aquel muchacho, la farola del cielo dibujaba LA SILUETA DE SU SOMBRA en el asfalto. En su cabeza cientos de acertijos bailaban al son del miedo y de la angustia. Las huellas desde lejos lo delataban pues trazaban el camino desde su crimen hasta donde estaba. El cielo era testigo de la sangre ajena sobre su camisa y las miradas que su mente dibujaba eran delatores mudos permanentes al son del silencio de la noche.
No es capaz si quiera de mirar al frente. Su conciencia, verdugo de sé mismo, le carcome el alma. No existe el crimen perfecto! Este no lo sería. Es culpable y el mismo su delator, juez y verdugo.
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